miércoles, 12 de agosto de 2009

Viajero que huye de Uriel Quesada

Acercarse al los relatos de Uriel Quesada es casi como echar un vistazo al centro mismo de la humanidad.

Cada uno de los cuentos que se presentan en el libro son escenarios que el autor hace suyos, transmitiéndonos la soledad, la angustia, el dolor y ¿por qué no?, la felicidad de los diferentes personajes que intervienen, cada uno con un propósito, aunque la mayoría del tiempo inconsciente.

El contexto de cada cuento es extranjero y, al mismo tiempo, la trama lo hace local. Extranjero por cuanto cada narración se desarrolla en un lugar remoto, desde Nueva Orleans hasta París, pasando por Nueva York y Atlanta; no obstante, la trama de cada cuento nos refiere a ese lugar personal, ese lugar humano y común a todos que nos une aunque se hable en diferentes idiomas, aunque el clima obligue a vestir diferente, aunque el color de la piel sea distinto, aunque el sexo implique fisionomías opuestas.

Y resulta interesante tomar nota de esta pluralidad de actores, de este sinfín de interpretaciones, ya que el autor escribe desde su yo, ese formado por una sociedad y transformado por un estilo, un gusto, una orientación… una personalidad. Es en este tramo en que Uriel destaca dentro de los autores gays al escribir, ya que al acercarse a su obra no se encuentra un relato que se enmarque en la sexualidad o en la sensualidad de los actores, más bien, esta deviene en complemento obvio del proceso analítico en que se desempeña. No escribe sobre gays, escribe sobre personas comunes y corrientes que son gays y ahí hay una gran diferencia que refresca y provoca una lectura abierta y sin prejuicios. De aquí que se pueda decir de Uriel como dijo Klaich de Safo “Safo era una poetisa que amaba a las mujeres. No era una lesbiana que escribía poesía”; en este sentido, Uriel Quesada es un escritor de cuentos que ama a los hombres, no es un homosexual que escribe cuentos.